lunes, 28 de febrero de 2011

No te dejes vencer por el desaliento


Un grupo de ranas paseaban alegremente por el bosque y, de improviso, dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las compañeras se reunieron alrededor de la fosa y observaron con desesperación que era muy profunda. Comenzaron entonces a gritarles a las dos ranas desdichadas, que para los efectos prácticos, se debían dar por muertas. Las desahuciaron.
En el fondo de su triste suerte ninguna de las dos víctimas escucharon el terrible diagnóstico, y comenzaron a saltar violentamente. El coro asesor, desde afuera seguía colaborando con la advertencia de que todos los esfuerzos serian vanos: había que tomar la sana decisión de resignarse.
Una de las ranas, al ganar altura, presto atención al aviso, y acepto su condición fatal. Se desplomo y murió. La otra en cambio siguió saltando tan fuerte como le era posible, ganando cada vez mas flexibilidad y altura, mientras el conjunto de amigas le gritaba que abandone el sufrimiento inútil y que se entregue, de brazos y piernas cruzadas, a mejor vida.
La ranita, en cambio, salto más y ante el asombro general salió triunfante del pozo. Las otras ranas, estupefactas y contrariadas, le preguntaron si no escuchaban los informes negativos que le decían. La rana, agotada, explicó que era sorda. “En la emergencia siempre pensé que me estaban alentando a salir del hoyo y seguí saltando para no defraudar a tantos amigos leales”.
Escucha la Verdad, siempre esta hablando.
Utiliza además la sabia indiferencia para la voz de desaliento, que puede tener, a veces, fundamento racional, pero que siempre carece de inteligencia creativa.

Tomado del libro: “Cuentos para regalar exclusivamente a Dioses”.
Enrique Mariscal

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